Ahora solo quedaba de tí el recuerdo del olor, de las sonrisas, de las palabras.
Había esperado tanto a que sonara el teléfono que el tiempo para mí, había perdido toda la importancia.
Aquella vez llamabas para despedirte, para asegurarte de que aún no había olvidado tu voz.
Colgué porque sabía que nunca podría llegar a odiarte. Me propuse olvidar tu caminar, tus sonrisas y hasta tus silencios, intentar no acordarme de lo que tú me pedías que hiciera, recordarte para siempre.
Supongo que debí decir algo, lo que fuera, alguien que pretende ser escritor siempre tiene algo que decir, pero cuando alguien te dice que ha dejado de echarte de menos para siempre, estás jodido digas lo que digas.
¿Lo ves? Seguro que tiene que haber algo, algo que nadie haya dicho en la historia del mundo, algo que pudiera cambiar esto.
No era eso.
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