sábado, 5 de mayo de 2012

Sandcastles.

Sus hombros se encogen mientras su mirada vacía se posa sobre el umbral. Es inevitable que se pregunte el tiempo que le queda para llegar a encontrarse.
Viviendo en un mundo sin tiempo, ya nada impota realmente.
Sus costillas se clavan sobre su corazón. Está cansado de esperar una belleza que nunca tendrá de ninguna forma. Pidiendo a gritos que alguien le saque de esa eterna prisión.
Las barreras alrededor de su mente están levantadas, pero ni abriéndolas podría conseguir ser comprendido.
Sangrando palabras de lluvia y dolor, y dejando que sus ojos se empapen de lágrimas. Porque a él ya no le importan los días que pase esperando esa voz, las noches que sus lamentos muestren lo peor de sí, las veces en las que explote en ira, o las letras que nunca dirán lo que realmente siente.
Porque sus labios están sellados y ya nadie puede recordar su sonrisa. Por más que lo desee, su voz siempre rebota en las paredes y se esconde entre sus cenizas. Sigue rompiéndose en medio del fin que el mismo ha elejido, y grita.
Pero todo su coraje solo sirve para derrumbar sus castillos de arena.

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