martes, 28 de abril de 2015

Neruda.

Desde tu refugio azotado por las olas jamás podrás oírme.
Y gritaré. Desesperaré. Te invocaré de todas las maneras posibles.
Y no estarás.

A veces tengo el pálpito de que todo te va bien.
Aunque sepa que tal vez me busques y no me encuentres.
Porque sé que siempre hemos sido un laberinto.

Corrí tanto que me olvidé del hilo que marcaba mis pasos.
Perderse era encontrarse.
Y encontrarse nunca había sido tan fácil.

A veces tengo el pálpito de que todo te va bien
y me maldigo por no volver.
Después me pierdo en el sonido del mar, desconcertante, como siempre.
Y me olvido.

Desde tu refugio acariciado por las olas jamás podrás oírme.
Por más que grite, desespere, o te invoque de todas las maneras posibles.
Por eso, ahora que estoy muerta, te escribo esta carta, que tal vez no recibas.
Por lo menos me consolaré con imaginarte pensando en mi, con tus ojos tristes fijos en el azul infinito.



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