Y de pronto vuelves, y la ciudad es sólo nuestra, y podríamos correr a
contraluz por callejones imposibles y saber que nada podria haber sido
de otra manera. Habías vuelto a ser la de antes, o eso parecía, y
eso era suficiente, era todo, no era nada.
Y te giras, apoyada
en la fuente, y dices que este sería un buen lugar para escribir una
novela. Congelo el momento y te imagino escribiendo allí mismo tus
historias, tus fantasmas.
Y el agua se
vuelve clara después de lanzar unas monedas deseando cosas imposibles, y
algo en la forma en que pestañeas te hace invencible, y tienes la
eternidad en la punta de tus dedos, y aquello que deberíamos estar
dibujando con nuestras formas de vida...
Pero estás lejos, vuelves, quiero abrazarte y lo hago, con los pies llenos de arena, y
tú sonríes, y espero que ellos den lo mismo que yo daría por ti, por
tenerte a mi lado como aquella tarde, y entenderte, y saber que me
entiendes, y que no te escapas de ti misma, que nunca has vuelto porque
nunca te fuiste de verdad.
Y puedo cerrar los ojos y tener la
certeza de que si cayera, estarías a mi lado, y te quedarías las noches
que hicieran falta. Porque todavía nos queda tiempo, y porque todavía no
te he dado las gracias por seguir siendo la misma de siempre.
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