lunes, 19 de marzo de 2012

Goodbye.

El cielo estalla mientras él espera. Y el reloj en la pared cuenta los segundos que le quedan para romper a llorar. Se consume buscando el calor que nunca ha tenido. Sus dedos rodean un cuerpo acurrucado, encaprichado con empequeñecer.
En el techo ve todas las frases que guiaron a su alma rota. Los pájaros ya no cantan para despedirle, las estrellas se alejan de la sangre, y del sudor. "Le llamaré cuando todo haya acabado", dice el inocente, aunque sabe que ella ya no quiere escuchar más su voz.
El colchón se convierte en cenizas, al mismo tiempo que los miedos cubren su piel. Los sueños parecen empañados de niebla. Y su futuro se difumina en una ciudad vacía, hasta desaparecer.
Las paredes escupen su voz, las sábanas huelen a ella. Él solo intenta olvidar ese pequeño mundo que habían creado juntos. Y una voz grita: "Cuando solo quedan recuerdos, más vale no recordar".
Él se levanta. Coge sus maletas y huye de las pesadillas, del miedo, del dolor, de la pérdida, de los porqués, de los suspiros, de las noches sin luna, de las lágrimas, de los cafés amargos, de la humedad, del viento, de los gritos, de la prisión, de las llamadas, de los trenes, del invierno.
Se pierde entre el gentío y la rutina. Pero sigue avanzando. Solo espera que el tiempo le traiga a alguien mejor.

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