viernes, 26 de diciembre de 2014

Into the mist.


Sigue tu camino, yo me voy. 
Dejaré mis lienzos, mis pinturas y mis pinceles. Abandonaré.
Me verás irme entre las ramas de estos árboles rotos que antes llamábamos hogar. Ramas. Siempre ramas. Árboles rotos. Me esforzaba por pintarnos así, bifurcándonos como dos caminos destinados a acabar separándose.
Por eso me voy, para que sigas tu camino.
Y mi camino se perderá como las gotas de mi último lienzo, congeladas eternamente en la misma posición, cayendo por la pared blanca y levitando para siempre. Tal vez fuera el odio, el amor, el amor, el odio. Todo acaba por ser lo mismo aquí.
Romperás tu retrato, y dejarás tus bodegones olvidados, que ya nadie mirará ni echará de menos. Pero yo si que echaré de menos pintarte, capturar tu media sonrisa siempre al borde de la melancolía, y esos ojos. Tu esencia.
Brillarás demasiado la noche en que lo conocerás. Fingirá haberte echado de menos todo este tiempo sin conocerte y te pondrá su nombre. Y no te importará. A ti siempre te gustó pasear entre las fuentes y los jardines, y hablar con los caballos.
Pero mis caballos ya no saben tu nombre. Y quiero creer que ya no recuerdan tu rostro. Porque ya no respiran como tú lo hacías cuando galopábamos por las colinas. Dulce caballo blanco, dulce recuerdo. A veces temo que ellos vuelvan a ti, y me ahogue para siempre en tu lago de aguas cristalinas.
Mis ventanas se han llenado de cristales ahora que tú no estás. Y las arañas tejen la vida mejor que yo. He oído que él se ha ido, y que vuelves a ser tú.
"Necesitaba verte para saber que yo continuaba siendo la misma", me dijiste entre lágrimas cuando volví. Mis caballos. Mis pobres, dulces, siempre tristes caballos. 
Cabalgar contigo para caer sin ti. Y morir para siempre. Entre ramas de árboles rotos. Hogar.
Ramas. Árboles rotos. Árboles rotos para ti. Por ti. Sin ti.

No hay comentarios: