Huele a humedad por todas partes. Muérdago.
Estás seguro que si gritaras nadie te oiría.
Necesitas agua, pero sabes que no es lo único que te hace falta para sobrevivir.
Tienes los labios helados, cortados.
Hace tiempo que el frío encontró su hogar debajo de tu piel.
No se oye nada.
Nada aspira a convertirse en algo que valga la pena.
Sólo eres tú, y el vaho que sale de tu cuerpo al respirar.
Sólo eso.
Quién iba a decir que eso sería suficiente...
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