Mi brazo envuelve tus hombros una vez más, en mi mente, y las olas vienen, me tumban, y se van, como siempre.
Algo me dice que todo será vacío hasta que, un día, por fin te encuentre, y aunque tú no lo sepas, tengo todo un mundo entre mis manos para regalarte.
En tus ojos, he visto la luz que cambiará mi mañana, lo he tenido todo claro.
El color azul del cielo justo antes de anochecer, el aire que entra por la ventana y juega con las cortinas, la sonrisa con la que sueño cada noche y la canción que nunca se acaba.
Consciente de que estas palabras no van a cambiar nada por ahora, apago la luz, cierro los ojos y, por un momento, deseo que estuvieras a mi lado, que pudiera soltar en una carcajada todo el aire que he guardado para tí, y que te giraras y sonrieras al descubrir que a veces los sueños se cumplen, aunque no sepamos verlo, y aunque ni siquiera existas.
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