Pienso en aquel verano y me imagino, de aquí unos años, apoyado contra la ventana del lugar al que llame hogar, con lágrimas en los ojos y tu fotografía entre las manos, temblorosas, con miedo de creer que has vuelto, sabiendo que nunca estuviste realmente.
No es tan fácil dejarse llevar cuando echas de menos a alguien que ya no existe. A veces, incluso dudo que existieras alguna vez como yo te recuerdo.
Las palabras que te escribo ya no dicen nada de ti, sólo hablan de la persona a la que algún día conocí.
Eres la voz que escucho los días tristes, el asfalto mojado, la luz que nunca llega al final del túnel... La sombra difuminada de un fantasma que nunca muere y la confianza de que algún día todo se acabará, para siempre.
A veces sólo eres un recuerdo, nada más.
El recuerdo de la chica que aún sonreía al verme.
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