El color de las venas bajo tu piel, el aire de tus pulmones, tu mandíbula...
De repente, un escalofrío recorre todas tus vértebras, erizando cada centímetro de tu cuerpo y quitándole todo el verde a tus ojos.
Hay algo en tu cabeza que te está volviendo loco. Alguna sustancia escondida en ese nudo alrededor de tu garganta que te hace un adicto al paraíso que hay en ti.
Ya hace tiempo que quieres arrancarte todos los huesos para poder observarlos cada noche. Tal vez sea lo único útil que te queda.
La forma de tu tobillo, tu rótula, la curva de tus clavículas...
Al menos la enfermedad te hace olvidar el infierno que tienes afuera.
El cartílago que llena tus orejas, tus costillas, tu espina dorsal...
La felicidad está ahora en aquellas cosas que ellos nunca lograrían entender.
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