sábado, 12 de mayo de 2012

We are young.

La noche baila entre humedad, y las calles nos gritan en los oídos.
Manchas fluorescentes por nuestra piel, luces que se pierden entre latidos, tacones que suenan descompasados, y la música sigue. El roce de una chaqueta de piel, chillidos de locura y felicidad, rostros sin nombre que sonríen a la luz de un foco azul, melenas que azotan motas de polvo.
Sus ojos me piden un último baile, y aunque los dos sabemos que bailar no puede arreglar nada, me lanzo sin pensar apenas en mis habilidades. Unas gafas de sol rompen nuestro abrazo, y veo como cae la magia del escenario. El mayor sueño de todos se escapa de la más fría de las noches.
Me giro buscando algo a lo que agarrarme. El mareo me quita la sed y me obliga a deslizarme por la columna hasta caer. Cierro los ojos, esperando despertar sobre mi almohada empapada.
Otros brazos me levantan y unos labios rozan mis mejillas. Puedo ver chispas en el aire antes de que la noche se encienda en fuego. Se apagan las luces y una voz seductora entona mi canción favorita.
Siento su mirada, analizando cada roce de nuestros cuerpos. Ahora ya es tarde para dar la vuelta a lo nuestro. Las heridas siguen ahí, pero pueden irse con ginebra.
La letra que cantamos juntos mil veces, ahora me dice que viva la noche, que solo es mía. Suenan carcajadas, mezcladas con burbujas. Por ahora nadie piensa en la resaca de mañana.
Melenas que azotan motas de polvo, rostros sin nombre que sonríen a la luz de un foco azul, chillidos de locura y felicidad, el roce de una chaqueta de piel. La música sigue, tacones que suenan descompasados, luces que se pierden entre latidos, manchas fluorescentes por toda la piel. 



Aun somos jóvenes para llenar de lágrimas una noche de Mayo.

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